Dedo señalando

Las críticas constructivas más destructivas

“Yo me sentía bien con esa ropa que llevaba puesta hasta le tiré un beso al espejo cuando salí de casa, pero mi madre me dijo que me veía gorda y que no tenía cuerpo para usar este pantalón amarillo”.

“Me encantaba cantar en el pasillo de la escuela, me sentía libre cuando iba caminando al curso con mi canción favorita, hasta que dejé de hacerlo porque mis amigos se burlaban y se reían de mí”.

“Siempre fui bueno en la cocina, era un placer cocinarle a mamá su cena favorita cuando iba a visitarla los fines de semana, hasta que mi padre me dijo que la cocina no es un lugar para hombres”.

Nuestra chispa

Nacemos con esa chispa de vivir y expresar nuestra armoniosa esencia, esa huella única que nos define, pero lo de afuera la borra.

Con la excusa de “mejorarnos”, de encaminarnos por el camino que el otro entiende que debes transitar, nos pierden del nuestro.

Nos programan para gustarle a los demás y en el camino vamos dejando partes de nosotros que cuesta mucho recuperar.

Escucho tantas historias sin terminar y veo tantas luces apagadas para complacer miradas que me da un infarto en el alma.

Me da un infarto, porque me revela qué tan jodido está el mundo porque quienes tienen paz lo demuestran porque no se meten en la vida de los demás, porque aportan, porque no controlan, porque si no pueden construir no destruyen.

Es que nadie debería empequeñecerse para engrandecer al otro.

Es que duele tener que ocultarnos para que los demás sientan que se ven.

Es que nadie vale tanto para apagar nuestra voz, para nublar nuestro camino, para impedirnos imprimir en el mundo nuestra huella que es única y que lo marca positivamente cuando es auténtica.

Lo que debemos hacer

Como familias necesitamos reflexionar desde el amor para dejar de apagar las luces de quienes amamos con la excusa de “arreglar” lo que no se parece a nosotros, o aquello que no logramos entender y por eso rechazamos.

Como madres, padres, hermanos y ciudadanos del mundo necesitamos aprender a escuchar para entender desde el firme objetivo de crecer juntos, no para amputar vidas.

Como humanos necesitamos aprender a encender nuestras luces internas para encontrar nuestro propio camino y desde ahí, ayudar a quienes podamos para que también encuentren el suyo, aunque no viajen junto a nosotros.

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