Sonografía

No quiero más hijos pero mi médico sí

Recuerdo cuando era madre de dos hijos, una niña de cinco años y un niño de dos años, y estaba decidida a no tener más.

Mi esposo y yo nos habíamos puesto de acuerdo en que dos era el número perfecto para nosotros y le dijimos a mi ginecólogo que queríamos optar por la esterilización, para que no tuviéramos que depender de un método anticonceptivo que pudiera fallar. Cuando le contamos nuestra decisión, él se negó rotundamente, argumentando que estábamos muy jóvenes y que la vida nos podía cambiar de la noche a la mañana. Por la poca experiencia, la falta de información y la confianza que teníamos en él, accedimos a seguir usando el método que estaba usando desde hace 10 años (preservativos).

No puedo olvidar ese martes que entré al consultorio de mi ginecólogo y le referí que la ovulación me estaba llegando con mucho dolor. Al finalizar la consulta, me indicó una sonografía para revisar el estado de mis ovarios, llamé por mi celular a un médico amigo que podía hacerme el estudio para hacer la cita y me confirmó que podía hacérmela esa misma tarde y así lo hice.

La sorpresa

Recuerdo que en medio del estudio conversábamos y nos reíamos de trivialidades, cuando de repente, se sonríe al ver la pantalla y confirma que estaba embarazada. Con una sonrisa espléndida me miró y me dijo: “Elaine, pero tú lo que estás es embarazada”. Al escuchar esa frase me puse fría, en ese momento sentí que el mundo se abrió en dos y que yo caía en el medio.

Al salir del consultorio, lo primero que hice fue llamar a mi esposo para informarle. Cuando le dí la noticia, sólo escuché un “¿Qué?” y luego se quedó en silencio, no pudo decirme nada porque se sentía igual que yo: en shock.

Con el paso del tiempo y de haber analizado mil veces cómo falló mi método, acepté mi realidad. Los movimientos del bebé y la conexión que se logra durante el embarazo me hicieron aprender a digerir la idea de un tercer hijo, aunque no estaba en nuestros planes.

Al pasar los años, mi familia está feliz, adoramos a mi hijo y todo se ajustó, pero la marca emocional que queda, porque sencillamente no se respetó mi derecho a decidir sobre mi cuerpo, revive cada vez que veo amigas y mujeres cercanas que pasan por esa misma situación.

Manipulación de nuestro cuerpo

Son muchas mujeres las que desean esterilizarse porque no quieren más hijos y sus ginecólogos se niegan porque consideran que «son muy jóvenes», que «se pueden separar de su pareja», o que «un hijo se puede morir», y yo me pregunto: ¿Quién es que tendrá el embarazo: el médico o yo? ¿Dónde dice que hay una edad específica para decidir si quiero o no tener hijos o la cantidad de hijos quiero tener? ¿Otro hijo reemplaza a uno que ya murió? NO son muebles, son personas irreemplazables, y cuando una persona muere, nadie la reemplaza.

Entiendo que esta es una muestra más de la manipulación que se hace al cuerpo de las mujeres, porque no es justo que sea el médico quien decida cuántos hijos tendrán sus pacientes, y digo «médico» porque todos los métodos tienen un margen de error, por lo que un embarazo no planificado es un riesgo que sólo disminuye con la esterilización y es un derecho que tiene cada mujer, independientemente de su edad, estado civil, cantidad de hijos, y otras excusas.

Vivimos en una sociedad que obliga a la mujer a tener los hijos que considere su médico, porque no tiene acceso a una esterilización permanente cuando ella lo decide. Otro problema es que el hombre se niega a esterilizarse, porque entiende que debe hacerlo la mujer, gracias al machismo con el que han sido criados.

Entiendo que el embarazo es una etapa maravillosa, que los hijos son un regalo, que cada quien tiene que desarrollar su propio proyecto de vida y organizarse para lograr su objetivo, pero mientras otros sean los que decidan, nuestro cuerpo seguirá siendo usado y manipulado para complacer peticiones, y no es justo.

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