Zapatos rojos

Odio ser mujer

Ayer me vestí de mujer, me puse unos tacos, me maquillé y me puse una ropa apretada. Durante el día, todo el mundo me decía lo bella que estaba, algunos me decían “¡Tú si estás linda hoy!” o “Tú ve’… así es que me gusta verte, maquillada”.

Me pasé todo el día encaramada en los tacos y retocándome el maquillaje porque me movía de una actividad a otra. Al llegar la noche, y al momento de acostarme, no me sentía los pies. Cuando me quité el maquillaje sentí que respiraba por primera vez.

Al otro día, no me sentía dos dedos del pié, porque mi circulación sanguínea es lenta, y las varices me reclaman cuando me pongo tacos, por lo que volví a “mi versión de mujer”, la que anda cómoda con los pies sobre la tierra, la que enseña sus ojeras con una sonrisa, la que usa el pantalón cómodo que le permite tirarse en el suelo a jugar con sus hijos, la que no se pinta las uñas porque se desespera, la que no se peina con secador de pelo ni plancha porque ama su despeine.

Al otro día de ser la mujer que me han enseñado a ser, entendí que no me gusta ser esa, que no me siento cómoda, que no soy yo, que no es justo que para que te digan “linda” tengas que producirte; que somos bellas al natural y que ser mujer no lo define la altura de los tacos que tengamos, ni el tono del rojo del lápiz labial.

Lo que he aprendido

Los años me han enseñado a definir una versión de mujer que se adapta a mi, a lo que me gusta, no a lo que le gusta a la sociedad. Con los años he aprendido a ser un poco egoísta y a disfrutarme, sin importarme ni un miligramo lo que puedan opinar.

Lo que más me hizo reconocer que no me gusta ser la mujer que me enseñaron a ser, es que cuando me piropeaban, o me decían: “¡Tú si estás linda hoy!”, yo me preguntaba: ¿Y ayer estaba fea?, ¿Por qué debo sentirme bien si esta no soy yo? ¿Por qué debo depender de esta producción si no me siento cómoda? Estas preguntas me hicieron visualizarme 20 años adelante, cuando las arrugas sean más visibles, cuando el cuerpo no esté firme, cuando los años se noten y sea más difícil encajar en ese modelo de mujer que me enseñaron a ser, sin modificarme, y pensé: Si no aprendemos a amarnos tal y como somos, cada año que pase será una tragedia, más que una celebración.

Decidí que no me gusta ser esa mujer, que prefiero mi versión, porque es la única que me permite sonreír cuando camino, porque es con la que he peleado durante años antes de aceptarla, porque es la que quiero que mis hijos recuerden, porque es la verdadera.

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