Joven con lentes

Una nueva generación desconectada

Dicen que los ojos son el espejo del alma, por eso me da miedo la gente que no me mira a los ojos, siento que me está ocultando algo. Y me preocupa la mirada de algunos adolescentes de hoy.

Recuerdo que en mi adolescencia le tenía un respeto increíble a la reacción de mis padres, por lo que me venía a la cabeza la imagen del rostro de mi madre incómoda, y sentía ese frío en el estómago por lo menos cinco segundos antes de hacer una travesura.

También recuerdo que mis amigas y yo nos pasábamos la clase de inglés contando la novela y chismeando hasta que llegaba la directora. Solo con su mirada, todos nos callábamos y atendíamos de manera inmediata, porque sentíamos respeto a la autoridad y sabíamos que eran los que mandaban. Pero hoy las cosas han cambiado.

Los adolescentes de hoy

A quienes trabajamos con adolescentes nos sorprende y nos asusta la mirada fría, esquiva e indiferente que tienen muchos. Es difícil asimilar que a muchos de esta generación no le asusta ni le importa nada ni nadie, están como anestesiados, se manejan con una indiferencia que duele porque como adulto, uno se llega a sentir ignorado.

Creo que este fenómeno radica en nuestro modelo de crianza que no está fomentando la inteligencia emocional y ni el sentido de respeto a la autoridad. Siento que el culto a complacer las peticiones de nuestros hijos, el “darle lo que nosotros no tuvimos” y la idea de acomodarlos para que “no pasen el trabajo que nosotros pasamos”, está ocasionando este monstruo.

Sumemos a todo esto que estamos fomentando solo la inteligencia académica y el conocimiento intelectual, más que el emocional. Y para colmo, no estamos en casa para “atender nuestros cartones”, porque tenemos que producir para poder pagar las terapias y las carencias afectivas que tienen y tendrán en un futuro cercano.

Lo que más nos preocupa

Es increíble que muchos padres tengan que comunicarse con sus hijos a través de un mensaje de texto o por el chat porque, según ellos: “no hay otra manera de que me escuche o me preste atención”.

Es triste ver cómo esta generación se está metiendo en problemas porque ya no le tiene miedo a un embarazo, alegando que «existen métodos para resolver eso«.

No le tienen miedo a una infección de transmisión sexual, porque «eso le pasa a los que no saben«. No respetan a los padres, no respetan a los profesores, ni siquiera a los directores y orientadores de los centros educativos, y terminan viviendo en piloto automático; sin ver más allá de lo que dice la pantalla que tienen al frente.

Sabemos que la adolescencia es una de las etapas más difíciles de la vida por los cambios que en ella suceden; pero si como sociedad no sembramos el valioso sentido de la vida en quienes dentro de poco serán los adultos y líderes, estaremos fomentando el desastre.

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