La misoginia femenina

La noticia en la que el presidente electo en República Dominicana, Luis Abinader, anunció que a partir del 16 de Agosto en las 31 gobernaciones provinciales serán designadas mujeres, porque “el liderazgo local femenino debe incentivarse y promoverse” (según él mismo expresó), hizo que mi hija, mi madre y yo aplaudiéramos juntas cuando la vimos en las redes.

Y me inspiré a opinar desde mi ignorancia en temas políticos partidistas, desde mi frustración al leer los comentarios en la publicación de la noticia que hice en mis redes, y desde mi conocimiento en el tema de equidad de género.

Independientemente de la ejecución que tenga el cargo de Gobernadores provinciales, la noticia envía un mensaje poderoso al sistema que siempre ha programado el poder para que le pertenezca al mundo masculino, sin cuestionamientos, como lo revela las 4 senadoras elegidas de los 32 senadores que componen el Senado.

Y justamente, esa falta de cuestionamiento cuando son los hombres a quienes eligen para posiciones políticas, se refleja en todos los juicios de valor y las dudas sobre la capacidad de las mujeres, porque a nosotras nos educaron para que el espacio público le pertenezca a ellos, y el sexismo se encarga de recordarnos cuál es nuestro “lugar” usando a las mismas mujeres que oprime.

El sexismo internalizado se refleja en ese radar que le pasamos las mismas mujeres a otras que tienen la oportunidad de ocupar un espacio de poder que el sistema nos enseñó “le pertenece a los hombres”, y en ese instante nos convertimos en el machismo que intentamos combatir.

La misoginia femenina internalizada, que se traduce en el cáncer que nos hace cómplices de nuestra propia opresión, esa misma que hace que sabiendo muy bien que estamos muy lejos de la paridad política, porque el sistema político lo siguen gobernando los hombres, sigamos diciendo que las decisión de designar mujeres es un “retroceso”.

Esa misma misoginia internalizada es la que hace que las mujeres critiquen a otras por su peso, porque son sexualmente activas y no lo ocultan, porque no se maquillan, o porque no tienen hijos ni se han casado. 

Esa que nosotras también aprendimos y que nos fuerza a acatar las mismas ideas que rechazamos.

Cuando leía los comentarios de la publicación de la noticia en mis redes y veía que muchos opinan que esa decisión del Presidente “es una manera de quedar bien y de callar el tema de la paridad política, y que el gobierno de los 12 años de Balaguer en 1966 hizo lo mismo”, me preguntaba:

¿Cómo pretendemos equilibrar el monopolio del poder masculino si cuando se incluyen a las mujeres nos entretenemos en atacarlas y en denigrar la decisión?

¿Cómo pretendemos que la política tenga también una mirada femenina a la que aspiren llegar otras mujeres, si no equilibramos la balanza?

¿No hay mujeres capaces en las provincias para ocupar esos puestos que puedan seguir escalando?

¿Somos las mismas mujeres las que estamos observando, votando y participando en el espacio público que hace más de 50 años atrás?

¿Nuestro poder evidenciado en votos y nuestras voces son las mismas que se conformaron antes con migajas de poder?

Según investigué, la Democracia Paritaria plantea que si un país está formado por hombres y mujeres, esto debe reflejarse en las estructuras del Estado, y necesitamos seguir trabajando para lograrlo, no para boicotearlo.

Pero también necesitamos que la educación que recibimos todos (incluídos los políticos) también sea democrática y que pueda romper con la misoginia internalizada que le hace difícil a las mujeres trabajar en equipo, sin atacarse para buscar soluciones con un objetivo común.

Para que se elimine la idea de que ser mujer y tener familia es una traba para alcanzar y mantener el poder, para que no sea tan difícil conseguir escalar en el espacio público sin ser acosadas sexualmente y manipuladas por el sexismo para convencernos de regresar a nuestro “lugar”.

Por eso, más que quejarse por la noticia, lo que nos debería ocupar es seguir impulsando y reclamando ese cambio social que nos beneficia a todos, para asegurar la soñada igualdad.

Nos toca seguir observando y brillando los calderos, por si el nuevo gobierno saca su loco a pasear, porque ya sabemos cómo y dónde recordarles a quienes le sirven.

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